Cabo Verde, un lugar sin igual (no es cliché)

He viajado mucho. He anclado largos meses en lugares dónde nunca imagine llegaría. Mi espíritu curioso y valiente buscó inevitablemente un peregrinaje para llenarse de los estímulos que lo alimentaba. Cada país me marcó profundamente. Me enamoré y desenamoré cien veces de cada uno, los conocí desenfrenadamente, con ilusión y fuertes emociones, aprendí a vivir en ellos cediendo y moldeándome, a veces a regañadientes, otras con una explosión de felicidad. A todos los dejé atrás y cada vez se me rompió el corazón. Recuerdo todos mis vuelos de salida, horas sentada silenciosamente sintiendo mil sensaciones ante la etapa que se cerraba. 

Viajar a sitios tan distintos y aprender a vivir en ellos desarrolla unos mecanismos de adaptación muy interesantes. Primero y como dice el gran Bruce Lee - Se agua amigo mío. Conoce la forma del país y tómala! La práctica empieza en la embajada del país, en el avión de ida y sobretodo en el aeropuerto! Ahí esta tu bienvenida y casi todas las pistas que necesitas. Los ojos abiertos como platos, absorbiendo toda la información posible; los empleados del aeropuerto, el control de inmigración (gran momento para definir el carácter de su población), los anuncios y sobretodo el camino al hotel/apartamento. El taxista/chófer es oro, pregunta que encontrarás todas tus respuestas. 

Luego viene el momento "oasis" (si tienes suerte y no estas en una ciudad demasiado alejada de la mano de dios) o llamado de otra manera - la dulce llegada al Hotel - el hogar y guarida de todo business traveller

He vivido largos meses en hoteles alrededor del mundo, he hecho amigos de por vida con los gerentes, cocineros que saben cómo me gusta el club sandwich, empleadas de la limpieza que adoptaban el rol de madre, recepcionistas con todos los tips, botones enamorados y por supuesto el queridísimo barman que de tantos días hostiles le ha sacado a una, siempre con "el-mejor" Pisco Sour, Macuá, Vodka de la casa (os imagináis dónde), Raki, Chapman que no es lo mismo que Champán y me río aquí sola de quienes conozcan este ultimo.

Ese querido barman con la sonrisa de oreja a oreja con una socorrida copa de vino blanco de la isla de Fogo, un Chã fresquito... y así llegamos a Cabo Verde y a mi querido hotel Pestana Trópico. 


Manuel para alegrarnos el día
Bar del Pestana Trópico

Si antes hablé sobre los mecanismos casi automatizados que he desarrollado a lo largo de los años para conocer a un país. Os puedo decir que no me funciono ninguno cuando llegue a Cabo Verde, en particular a Praia la capital de este archipiélago, en la isla de Santiago. 

Cabo Verde es un lugar tan diferente a todo lo que he conocido que me sentí como una brújula sin manos. Mi curiosidad por el mundo, ya más que satisfecha, comenzó a picarme de nuevo. Después de leer mucha historia (y que historia) y romperme la cabeza como pocas veces, comencé a descifrar el Cubrix Caboverdiano. Que si algo tiene.... son muchos colores! 

Qué mestizaje de personas tan espectacular!  Ya me había dicho el rector de la universidad Jean Piaget, que Cabo Verde tenía la raza más mestizada del mundo. Otra cosa es verlo, pocas veces he visto a personas más bonitas, y no solo físicamente,  el Caboverdiano es otra cosa! Amabilísimo, confiado, bello en su triste Morna (quién siga leyendo debe enchufarse a esa ídola Cesária Évora o al recientemente fallecido Bana, ahora mismo), alegre, perspicaz y creativo por naturaleza o necesidad.

Cada isla diferente a la otra! Unas planas como el desierto, una parecía Marte, otra sacada de una escena del señor de los anillos, playas de un azul que nunca ví y sobre todo música...música en todas las esquinas. 
Desde el Monte Verde, Mindelo de fondo en San Vicente 

Casi rompí a llorar la primera vez que vi una Batucada. Comencé a entender la importancia que tienen las mujeres en Cabo Verde. Los hombre salían como podían para buscar un futuro durante los azotes más terribles de sequía y hambrunas, las mujeres se quedaban solas, librándose de su dolor con Batucadas y Mornas. 

Cabo Verde me emociona profundamente.


Si hay un poema que lo define, es este, escrito por el gran poeta Caboverdiano Jorge Barbosa nacido en 1902.

Panorama

¿Restos de qué continente,
de qué cataclismo, 
de qué sismo,
de qué misterio?...
islas perdidas
en medio del mar, 
olvidadas, 
en un rincón del mundo
que las olas mecen, 
maltratan
abrazan
!Montes alertas
que le imploran al cielo!
Montes alertas en sus contorsionísmos estáticos 
de siglos
riéndole al océano carcajadas
que quedaron apenas comenzadas, 
sonriéndole al cielo muecas enigmáticas
cual si evocaran un drama milenario...
Playas desiertas
de suaves arenas con fosforescencias al sol
y restos de navíos que se pudren
en la orilla;
playas abiertas
a las brisas marinas;
playas cubiertas
de caprichosas conchas
caracolas multicolores, guijarros hostiles;
playas
donde naufragaron 
navíos,
adonde llegaron
carabelas, 
donde saltaron
marineros quemados,
corsarios, esclavos, aventureros, 
condenados, hidaldos, negreros, 
donatarios de las islas 
Capitanes Mayores...

Mi oasis entre tantas emociones encontradas, tanta historia y saudades era el hotel Péstana... en este país de todo un poco, y de un poco de nada! 

Os dejo con algunas fotos de mi guarida de guerrera y un video de esa grandísima artista Cesária Évora vivo en París 2004. 




Todo arreglado con Jorge Xavier, Director General del hotel. 


Sonrisas de Cabo Verde ;)

Fin de semana en el Pestana

El mar de fondo












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